jueves, 26 de diciembre de 2013

Capítulo 8: Don't give up.





Capítulo ocho:

El día del examen para acceder a la universidad llegó sin que nadie lo pidiera, esa mañana me levanté bien temprano, creo que serían alrededor de las seis de la mañana. La prueba no empezaba hasta las doce del medio día, pero contando que tenía que desplazarme media hora en coche hasta la universidad, además de que me tenía que duchar, arreglar y ya de paso, repasar un poco, pues decidí levantarme tan temprano.

Vale, está bien, tal vez me levanté DEMASIADO temprano, pero no podía dormir.

No paraba de dar vueltas en la cama, impaciente, mirando cada dos por tres el despertador.

Suspiré.

Ya eran las nueve.

Empecé a ponerme nerviosa, y como no me podía concentrar y se me había hecho un nudo en el estómago que me obligaba a no pensar en comida, me fui directa a la ducha.

La verdad es que después de salir del baño, me sentía mucho mejor.

Estuve un buen rato frente al armario, decidiendo que ropa ponerme. No quería ir demasiado arreglada, pero tampoco era plan de ir en chándal, ¿No?

Finalmente me decanté por un vestido con unos zapatitos planos, iba arreglada, sencilla, bonita, pero no exagerada ni provocativa.  


Me maquille natural, un poco de sombra marrón, una línea fina en el párpado de arriba de color negro, un poco de rímel y un toque de colorete rosado para dar un poco de vida a las mejillas.

Después de eso bajé a desayunar, serían sobre las diez de la mañana, mi mamá se había ido a trabajar y Sofía seguramente seguía durmiendo.

Cuando entré en el comedor vi que había una nota encima de la mesa, la cogí.


‘’    ¡¡Mucha suerte cielo!!

Estoy segura de que te irá genial,  has estudiado mucho, tú solo respira hondo y trata de escribir todo lo que has aprendido.

¡Besitos de mami! J ‘’


Sonreí feliz, mi madre sabía cómo darme ánimos.

El nudo en el estómago volvió a molestarme cuando le di el primer bocado a mi tostada.

Maldije entre dientes.

¿Sabes cuando tienes hambre pero no puedes tragar? ¿Esa odiosa sensación en la que tu estómago se pone en huelga y decide no hacer su función? Pues así estaba yo, con ganas de comer, pero sin poder hacerlo dado que unas ganas de vomitar me recorrían el cuerpo de pies a cabeza cuando me quedé mirando la tostada con mantequilla que había en mi plato.

Eran sobre las once cuando llamaron a la puerta, al abrir, me encontré con un sonriente Ashton que me abrazó dulcemente por la cintura.

-Buenos días princesa –Me susurró con amor en el oído.- ¿Estás lista?

-Buenoo… -Dije con un tono de voz un poco dudoso. – La verdad es que creo que vomitaré en medio del examen –Sonreí divertida, y Ash me robó un beso.

-¿Has comido mucho? –Me preguntó gracioso, yo negué con la cabeza, se separó de mí y entramos en la casa.

-No puedo comer, se me ha hecho un nudo en el estómago –Dije sentándome encima suyo en el sofá. Le pasé los brazos alrededor de su cuello.

-Eso son los nervios –Contestó él.

-No me digaaas –Contesté sarcástica y le di un corto besito en la nariz.

Antes de salir de casa para ir a la universidad, Ashton me obligó a comer algo, según él ‘’uno no puede pensar con el estómago vacío’’.

Bufé y me tragué el desayuno como pude.

-¡Ya me voy! –Grité desde el recibidor para que mi hermana me escuchara.

-¡Buena suerte! –Me contestó con una voz medio dormida, seguro que ahora iba a seguir durmiendo, y cuando llegara aún no se abría levantado.

Cogí mi bolso, dentro llevaba lo necesario, un bolígrafo, calculadora, lápiz, goma y sacapuntas.

Después me subí en el coche de Ashton, obviamente conducía él, yo aún no tenía carnet.

Durante el camino bajé la ventanilla para que el aire me diera en la cara y me despeinara el pelo, eso, en cierto modo, me hacía sentir mejor.

Los nervios me consumían por dentro, y al llegar a la universidad realmente pensé que moriría.

Éramos alrededor de quinientas personas esperando en la entrada del enorme recinto. Unos se sentaban en las escaleras, otros en el césped, y otros muchos, como yo, se quedan de pie mirando a la nada o conversando con otras personas.

Ashton se había ido, me había dicho que tenía un recado importante que hacer y que luego me vendría a buscar, así que estaba ahí sola, entre la multitud.

Suspiré. Todo va a ir bien, pensé.

Nada más entrar nos separaron por orden alfabético, pero realmente eso no importaba, todas las aulas eran iguales y, te tocara con quien te tocara, amigos o no, estaba prohibido hablar en medio del examen a no ser que quisieras suspender.

La sala en la que se llevó a cabo el examen era enorme, tendría aproximadamente unos doscientos asientos, todos perfectamente colocados en filas que parecían infinitas. Las paredes eran blancas, el suelo brillaba, y las ventanas eran tan grandes que se veía todo el campus desde allí.

Nos colocaron, otra vez, por orden alfabético.

La gente susurraba, reía, se comía las uñas, apuntaba cosas en la mesa, pero yo no hacía nada de eso, yo respiraba profundamente e intentaba tranquilizarme, había estado estudiando mucho, no podía salirme mal.

Cuando nos entregaron el examen el aula enmudeció, aún creo que el único sonido que podía escucharse era el de mi corazón a punto de estallar.

Las preguntas eran fáciles, empecé a escribir como una loca, no quería que se me olvidaran las respuestas.

Todo iba genial, pero mi bolígrafo dejó de escribir a mitad del examen.

¡Mierda!

Empecé a hacer círculos en la palma de mi mano, intentando que este recobrara la utilidad.

Nada.

-Quedan quince minutos –Anunció una de las profesoras que vigilaba el comportamiento de los examinados.

¡No! ¡Aún me quedaba medio examen!

Me empecé a poner nerviosa.

¡Venga! ¡Funciona!

-Tsss –Susurró la chica que se sentaba a mi lado.

No la miré, ¡Lo que me faltaría, que pensaran que estaba copiando!

-Ei –Volvió a susurrar la misma chica. Esta vez me giré, no quería que nos llamaran la atención y menos por algo que no estaba haciendo. 

Entonces vi que estiraba la mano y me daba un bolígrafo, sonreí agradecida y seguí escribiendo.



♥♪


Había pasado una semana desde aquel día, y al fin había podido disfrutar del verano, todo y que impaciente por saber mi nota en la prueba.

Ese día nos habían citado a todos para entregarnos el resultado del examen, así que tenía que volver a la universidad a recoger un papel en el que quedaría reflejado o bien mi gran logro o mi gran fracaso.

Cogí el bolígrafo para poder devolvérselo a la chica, lo tenía guardado en primer cajón del escritorio. Ella se había ido antes que yo, así que no le había podido agradecer por su ayuda, ya que con ese acto se arriesgó a que la echaran del examen.

Suspiré.

Miré el bolígrafo y me di cuenta de que tenía un nombre, ‘’Ariana García’’. Supongo, pensé, era el nombre de la chica.

La busqué, todo y que no me acordaba con exactitud de su cara y sus rasgos, sabía que tenía el pelo largo y los ojos grandes.

Sí, esos detalles no me servían de mucho.

Por desgracia, no la pude encontrar.

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