Capítulo ocho:
El día del examen para acceder a la universidad llegó
sin que nadie lo pidiera, esa mañana me levanté bien temprano, creo que serían
alrededor de las seis de la mañana. La prueba no empezaba hasta las doce del
medio día, pero contando que tenía que desplazarme media hora en coche hasta la
universidad, además de que me tenía que duchar, arreglar y ya de paso, repasar
un poco, pues decidí levantarme tan temprano.
Vale, está bien, tal vez me levanté DEMASIADO temprano,
pero no podía dormir.
No paraba de dar vueltas en la cama, impaciente, mirando
cada dos por tres el despertador.
Suspiré.
Ya eran las nueve.
Empecé a ponerme nerviosa, y como no me podía concentrar
y se me había hecho un nudo en el estómago que me obligaba a no pensar en
comida, me fui directa a la ducha.
La verdad es que después de salir del baño, me sentía
mucho mejor.
Estuve un buen rato frente al armario, decidiendo que
ropa ponerme. No quería ir demasiado arreglada, pero tampoco era plan de ir en
chándal, ¿No?
Finalmente me decanté por un vestido con unos zapatitos planos, iba arreglada, sencilla, bonita, pero no exagerada ni provocativa.
Me maquille natural, un poco de sombra marrón, una línea
fina en el párpado de arriba de color negro, un poco de rímel y un toque de
colorete rosado para dar un poco de vida a las mejillas.
Después de eso
bajé a desayunar, serían sobre las diez de la mañana, mi mamá se había ido a
trabajar y Sofía seguramente seguía durmiendo.
Cuando entré en el comedor vi que había una nota encima
de la mesa, la cogí.
‘’ ¡¡Mucha suerte cielo!!
Estoy
segura de que te irá genial, has
estudiado mucho, tú solo respira hondo y trata de escribir todo lo que has
aprendido.
¡Besitos
de mami! J
‘’
Sonreí feliz, mi madre sabía cómo darme ánimos.
El nudo en el estómago volvió a molestarme cuando le di
el primer bocado a mi tostada.
Maldije entre dientes.
¿Sabes cuando tienes hambre pero no puedes tragar? ¿Esa
odiosa sensación en la que tu estómago se pone en huelga y decide no hacer su
función? Pues así estaba yo, con ganas de comer, pero sin poder hacerlo dado
que unas ganas de vomitar me recorrían el cuerpo de pies a cabeza cuando me
quedé mirando la tostada con mantequilla que había en mi plato.
Eran sobre las once cuando llamaron a la puerta, al
abrir, me encontré con un sonriente Ashton que me abrazó dulcemente por la
cintura.
-Buenos días princesa –Me susurró con amor en el oído.-
¿Estás lista?
-Buenoo… -Dije con un tono de voz un poco dudoso. – La
verdad es que creo que vomitaré en medio del examen –Sonreí divertida, y Ash me
robó un beso.
-¿Has comido mucho? –Me preguntó gracioso, yo negué con
la cabeza, se separó de mí y entramos en la casa.
-No puedo comer, se me ha hecho un nudo en el estómago
–Dije sentándome encima suyo en el sofá. Le pasé los brazos alrededor de su
cuello.
-Eso son los nervios –Contestó él.
-No me digaaas –Contesté sarcástica y le di un corto
besito en la nariz.
Antes de salir de casa para ir a la universidad, Ashton
me obligó a comer algo, según él ‘’uno no puede pensar con el estómago vacío’’.
Bufé y me tragué el desayuno como pude.
-¡Ya me voy! –Grité desde el recibidor para que mi
hermana me escuchara.
-¡Buena suerte! –Me contestó con una voz medio dormida,
seguro que ahora iba a seguir durmiendo, y cuando llegara aún no se abría
levantado.
Cogí mi bolso, dentro llevaba lo necesario, un
bolígrafo, calculadora, lápiz, goma y sacapuntas.
Después me subí en el coche de Ashton, obviamente
conducía él, yo aún no tenía carnet.
Durante el camino bajé la ventanilla para que el aire me
diera en la cara y me despeinara el pelo, eso, en cierto modo, me hacía sentir
mejor.
Los nervios me consumían por dentro, y al llegar a la
universidad realmente pensé que moriría.
Éramos alrededor de quinientas personas esperando en la
entrada del enorme recinto. Unos se sentaban en las escaleras, otros en el
césped, y otros muchos, como yo, se quedan de pie mirando a la nada o
conversando con otras personas.
Ashton se había ido, me había dicho que tenía un recado
importante que hacer y que luego me vendría a buscar, así que estaba ahí sola,
entre la multitud.
Suspiré. Todo va a ir bien, pensé.
Nada más entrar nos separaron por orden alfabético, pero
realmente eso no importaba, todas las aulas eran iguales y, te tocara con quien
te tocara, amigos o no, estaba prohibido hablar en medio del examen a no ser
que quisieras suspender.
La sala en la que se llevó a cabo el examen era enorme,
tendría aproximadamente unos doscientos asientos, todos perfectamente colocados
en filas que parecían infinitas. Las paredes eran blancas, el suelo brillaba, y
las ventanas eran tan grandes que se veía todo el campus desde allí.
Nos colocaron, otra vez, por orden alfabético.
La gente susurraba, reía, se comía las uñas, apuntaba
cosas en la mesa, pero yo no hacía nada de eso, yo respiraba profundamente e
intentaba tranquilizarme, había estado estudiando mucho, no podía salirme mal.
Cuando nos entregaron el examen el aula enmudeció, aún
creo que el único sonido que podía escucharse era el de mi corazón a punto de
estallar.
Las preguntas eran fáciles, empecé a escribir como una
loca, no quería que se me olvidaran las respuestas.
Todo iba genial, pero mi bolígrafo dejó de escribir a
mitad del examen.
¡Mierda!
Empecé a hacer círculos en la palma de mi mano,
intentando que este recobrara la utilidad.
Nada.
-Quedan quince minutos –Anunció una de las profesoras que
vigilaba el comportamiento de los examinados.
¡No! ¡Aún me
quedaba medio examen!
Me empecé a poner nerviosa.
¡Venga! ¡Funciona!
-Tsss –Susurró la chica que se sentaba a mi lado.
No la miré, ¡Lo que me faltaría, que pensaran que estaba
copiando!
-Ei –Volvió a susurrar la misma chica. Esta vez me giré,
no quería que nos llamaran la atención y menos por algo que no estaba haciendo.
Entonces vi que estiraba la mano y me daba un bolígrafo, sonreí agradecida y
seguí escribiendo.
♥♪
Había pasado una semana desde aquel día, y al fin había
podido disfrutar del verano, todo y que impaciente por saber mi nota en la
prueba.
Ese día nos habían citado a todos para entregarnos el
resultado del examen, así que tenía que volver a la universidad a recoger un
papel en el que quedaría reflejado o bien mi gran logro o mi gran fracaso.
Cogí el bolígrafo para poder devolvérselo a la chica, lo
tenía guardado en primer cajón del escritorio. Ella se había ido antes que yo,
así que no le había podido agradecer por su ayuda, ya que con ese acto se
arriesgó a que la echaran del examen.
Suspiré.
Miré el bolígrafo y me di cuenta de que tenía un nombre,
‘’Ariana García’’. Supongo, pensé, era el nombre de la chica.
La busqué, todo y que no me acordaba con exactitud de su
cara y sus rasgos, sabía que tenía el pelo largo y los ojos grandes.
Sí, esos detalles no me servían de mucho.
Por desgracia, no la pude encontrar.
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